La Punta. El fin de semana tuve la mala suerte de conocer a este sujeto en el restaurant Juanita, en pleno malecón. El lugar, siendo sinceros, no era la gran cosa, pero esperaba un mínimo trato cortés. Pues este señor se acercó a mi mesa, donde dos amigas y yo mirábamos la carta. "Apúrense pues", bramó el indeseable, libretita arrugada y brillosa en mano. Pues debía decidir. Y cuando lo hice, un minuto después, el hombrecito ya no estaba. Esperar que se dignara a mirarme me obligó a contar hasta diez para no perder la paciencia y protagonizar un papelón. Al rato apareció. Mientras dictábamos el pedido el sujeto estaba a dos meses de distancia resolviendo algo del tipo la gaseosa era Inca no Coca, pedimos chicha de jora no chicha morada y etc circunstancias propias de un inepto incapaz de escuchar.
No nos dio tiempo para pedir la gaseosa, por lo que una de mis amigas salió y compró una. No preguntes si se dio cuenta. Tomamos a 'pico', escuchando grupo 5 y pensando que a La Punta quizás ya no volvamos.
Con esta historia comienzo mi blog Sácame la cámara. Seré una reportera incómoda a la casa de indeseables que hacen de Lima una ciudad para gritar. Mozos, taxistas, cajeras, malos vecinos y más aparecerán aquí, con el único propósito de tomar ciertas precauciones si los encontramos por allí.
